jueves, 15 de octubre de 2009

El principio: Tasmetu, diosa mesopotámica Creadora de la Escritura.

El principio: Tasmetu, diosa mesopotámica Creadora de la Escritura.
Pretencioso.


Síntomas adversos que se superponen uno a uno. La última voz que se escucha en el silencio. Paradojas. Versos. Complejos humanos que se esconden detrás de las piedras filosófales de los ínclitos abstemios de la alegría. Y una vuelta más al astro que nos da la vida y nos la exprime.
Si desdibujo mi imagen pero no la borro, sigo siendo quien soy, sigue mi esencia, mi YO, Superego y Alterego, conviviendo entre neuronas. Si perfilo mis emociones y doy contraste a mis pensamientos, la lógica me demanda una implicación más austera de mi persona como individuo que coexiste con su tiempo. Y entre tanto, las horas que me llegan pasan. Una a una. Dos a dos. Una a dos. Tres.
Se forma escarcha en el karma y se reblandecen las células grises mirando la pantalla: comunicación y des-comunicación, aislamiento y agorafobia, recursos inválidos en el filtro de la soledad que nos suprime del mapa. Google Earth. Google Maps. Vodafone&Go. Noki Maps. Tom Tom. La senda del bien que lleva a Coyote por la colina del mal y atrapa y corrompe y mutila y fustiga y arrasa y perpetra y desgaja y acecha y... ¿Y?
No. No me quejo. Sólo divago porque es lo que tengo. En la cárcel decía un preso: no podréis encerrar mi mente. La cárcel, cada vez más grande y pequeña, más obvia y hermética, cada vez más lúgubre y hermosa. Mi cárcel. Esta cárcel de todos y de nadie. Yo no soy libre. Lo proclamo y lo ahuyento: sobrellevo con paciencia lo que los dioses me otorgan.

Studium discendi.

Tengo derecho a escribir así porque me sale. Si algunos escriben y describen realidades sonoras y evidentes de forma “pasiva-refleja”, por qué no voy yo a escribir/describir mis realidades a mi modo. Y si mi modo es éste, es mío, y no lo cambio, por qué voy a cuestionarlo. ¿Que no se entiende? Seguro que alguno lo pilla.

A fin de cuentas, ¿quién soy yo para cuestionarme?

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