martes, 20 de octubre de 2009

Un bosón familiar en le piso de al lado

Higgs y su bosón. Dios y su partícula: coyunturas adversas que cometen el prodigio o la atrocidad de envolver la psique en la cordura o locura de forma vanamente aleatoria, caprichosa. Alguien se cae en una cazuela y ya no se puede entrar por detrás, repetido hasta el infinito sin que ninguna suerte de raciocinio pueda perturbar semejante sentencia. Yo me rindo.
El blomentario de hoy (mi querido paréntesis... he decidido dar el nombre de “blomentario” a estos pequeños vestigios de mi acervo filológico o verborrea con el que alivio mi mente y espíritu, posiblemente torturando a quienes me lean. Al principio pensé en llamarlos blogmentarios, pero el español se atraganta con las implosivas habituales, más en mi querida Tierra, así que con esta implosiva gutural ni lo intento) está más que merecidamente dedicado a una mujer que ha tomado sin quererlo la partícula de dios para desmenuzarla día a día sin criterio. Para ella el universo se reduce a una cazuela que es más pequeña cada semana e inversamente proporcional al abismo que se abre dentro de ella. Es víctima y verdugo. Ella repite y hasta canta una y otra vez la misma frase como quien entona el canto primero o último de la Odisea, su héroe también se ha caído, quizá también desee ir a casa, pero está claro que no hay camino atrás.
Y mientras, fuera de la perturbada criatura a quien acecha la Señora, la locura se expanda y corroe lo que toca: las paredes, los muebles, las luces, el sol... hasta los pocos seres vivios que la rodean se rinden ante su paso. La partícula divina se transforma en diabólico instrumento de tortura disfrazado de amor y lazos que empala a quien con ella convive día tras día: sabe de su aislamientos, de su soledad, de su querer y no poder, de sus errores inefables, se le niegan futuro y presente sin que el pasado haya ofrecido aún anda por lo que mantener la lucha. Pero sigue ahí. La mira, la mantiene unida al mundo real por un filo hilo que no deshace ningún invento de ciencia, un hilo con el que se nace y se muere, un hilo que nunca se corta mientras hay vida y más allá.
Todos perdemos tarde o temprano. Todos somos locos o conversos, todos. Los de este lado miramos con angustia el dolor ajeno y nos embutimos en los acogedores brazos de la desidia. Algunos no paramos de pensar en qué hacer, qué decir, qué más.
Cuando estar no es todo, la partícula, el bosón, son sólo anécdotas ínfimas de míseras vidas.
Te quiero, guapa, y sigo aquí, contemplando y vigilando tu mirada.