miércoles, 28 de octubre de 2009

LA Rueda

Sentido y perversión. Adversarios que corrompen el lógico y abyecto sendero del saber y la vida. Una pequeña mota de nada que cae en el vacío de la luz fijada a su propia esencia por un hilo de desatino y la rueda gira sin más una vez y otra hasta la locura. Las aladas formas de Pegaso aleteando en mi ventana mientras oigo lejanas las voces de un silencio tan oscuro y profundo como el día, tan real y visionario como la vigilia. Es un fatuo momento que perdura débil en la ágil penumbra del olvido.
(Acabo de percatarme de que este maldito “word” no reconoce la palabra “abyecto”... sin comentarios)
Dos líneas más en las que perder paralelos y meridianos donde la memoria y el perdón describen perfectas parábolas que hacen el amor hasta el infinito; aquí los vientos del Norte arrastran al nigromante y sus maleficios por largos corredores repletos de vicios y sus seguidores corean su nombre a su paso, lo besan, lo miman, sacuden sus espaldas sangrantes mientras caen como piedras y suben como hombres condenados a su destino... Sísifo dichoso. Sísifo sonríe. Sísifo luchando contra el destino que lo hace ser quien es. Sísifo luchando con Sísifo.
Desde alguna cumbre cercana Perséfone lo mira y sus ojos perpetran la muerte del dios. La Pléyade lo cerca. Un átomo perdido en la escasez de la materia gris. Un día más. Otro recuerdo para el olvido.
Cerrar los ojos en los aterradores brazos de Tiqué, la despiadada diosa, la vehemente soberana, la reina cuyos dominios traspasan lo humano. Tiqué, rueda flotante. Gira. Gira. Gira. Gira. Gira.