miércoles, 18 de noviembre de 2009

Orfandad

Es sólo un segundo, y después se desvanece como el humo, dejando una huella profunda en nuestro interior. Se contraen las amígdalas del poder y desear y tener hasta que el paso es tan estrecho que ningún otro sonido pervive.
Pupilas fijas.
Un inusual sentimiento de aberración inefable. Una sensación casi abusiva de náusea. El mundo gira y no soy el epicentro del terremoto que se avecina, sólo soy una pequeña brizna de paja que vuela sobre el horizonte y se aleja y acerca tan rápido que la náusea no la alcaza. ¿A dónde ha ido la razón? ¿Dónde está este momento? ¿Qué es? ¿Qué pasa?
Quiero de un modo animal defender el minuto anterior, ese en el que aún estabas, ese en el que aún respirabas, en el que decías mi nombre y sonreías con esa mirada tuya tierna que soy incapaz de borrar de mi cabeza. Quiero retener el tiempo en ese momento, ese minuto en que te dije adiós y tú me sonreíste, una sonrisa para siempre. Quiero aferrarme a ese minuto como una fiera a su presa, visceral, ilógico, sin tregua ni descanso. Quiero que estés, quiero que estés, ¡¡¡QUIERO QUE ESTÉS!!!

Enajenación.

Se rompe la hebra. Pasa ese minuto y el cordón umbilical que nos unía se disipa entre congojas, llantos, lágrimas, gritos y dolor. Cuánto dolor puede soportar el ser humano. Cuanto dolor. Y tú, ahí, en el suelo, ya no estás... sólo escribirlo duele tanto que las palabras tardan siglos en ser escritas... cada tecla una eternidad, cada letra un abismo. No estás. ¿Cómo podré soportarlo?

Cuando todo se vacía yo grito tu nombre y el eco retumba en mi interior derrumbando a su paso cada pequeña partícula de mi vida. Arrasando tu nombre en mi ser crepita bajo mi piel y me congela las entrañas.

¿Cómo voy a seguir siendo yo después de ti? ¿Cómo ser quien soy si no estás? ¿Quién seré ahora? Y los que vengan detrás, ¿quiénes serán sin ti? Aquellos a los que no conoces, no son nada tuyo, ni tú nada de ellos, ¿quiénes son?

Esta soledad que me dejas, no se negocia, no se olvida, no se borra, no se diluye en el olvido, nada puede con ella. El tiempo cura el dolor, pero no la soledad, no el abismo. Miro tu futuro en otros ojos y te veo sonreír, como aquel minuto que no pude detener, y sé que te fuiste, pero te has quedado.
Vives en mí.