viernes, 16 de octubre de 2009

Un paréntesis... o dos

(A estos encantadores, curvilíneos y sinuosos amigos de la escritura, de la nota, de la aclaración, dedico este párrafo. Ya Juan José Millás en su día supo abiertamente admitir que a veces nos perdemos en su interior: coqueteamos demasiado con ellos o los olvidamos, somos más francos y sinceros o irónicos y sutiles en su abrazo; fingimos no saber o saber demasiado, los necesitamos y los odiamos, los agradecemos y los sorteamos. Yo imagino su interior como un pequeño microcosmos... una galaxia que extiende sus sistemas solares y planetas en el interior desplegado de un universo mayor que lo recoge y da sentido a la vez que entiende que sin aquél no estaría completo. Así lo habitan los mismos seres que lo rodean: letras, signos de puntuación, y el más allá, el cielo – la semántica, la sintaxis, la fonética... El mundo de las ideas que se auto-explican y rev/belan, los continuos que se abrazan y se odian, y todo cabe en el corpúsculo que abarca un instante sumergido en lo prescindible e “intrascendente”
¿Se puede hacer un punto y aparte dentro de un paréntesis? No lo he visto nunca: no tengo referente, y si lo tengo, ha sido una visión tan atroz que la he olvidado.
Esta galaxia se me antoja sima cuyo final parece siempre estar a punto de verse. Aún me maravilla que la distancia entre uno y otro lado sea algo tan tangible que se pueda ver de un simple vistazo rápido, lo cual resulta de gran utilidad si queremos pasarlo, obviarlo y descartar lo superfluo.
Debemos además pensar que no sólo las letras y los pensamientos se pueden poner entre paréntesis: no, no, la grandiosidad de su forma permite además poner en paréntesis a personas, sentimientos, animales, proyectos, trabajos, ambiciones, sueños, ideas, planes... incluso a naciones, a historias, a culturas... Todo cabe. Todo es elemento meritorio de los invisibles lazos de su abrazo.
Ya lo veo claro, no es una galaxia ni una sima. Es un agujero negro que todo lo absorbe y asimila, embelesa la mirada y la alborota. Este agujero negro que no sabemos a dónde nos lleva se acaba y nos deja salir a la realidad hasta la próxima parada.
De otro lado, el infierno. Ese mal genérico que nos hace olvidar a su paso y tener que volver al pasado, lo leído, lo vivido, para retomar el sentido lógico de lo que se intenta aprehender. Repetir, ¿cuántas veces nos ha pasado?
Sin embargo hay una realidad más espantosa y apocalíptica: ¿y si es el mismo Creador quien olvida por dónde iba...?)